
Cumplo
un año de la nueva vida que me dio Dios. El 19 de febrero de 2012 terminé el
tratamiento de quimioterapia. Tras la lucha más dolorosa de mi vida, le había
ganado a la enfermedad. Aún quedaba por realizarme una operación fundamental;
sin embargo, aquel 19 de febrero sentí que volví a vivir. Ese día organizamos
un carnaval, todos me decían que no podía ir, estaba casi sin defensas. Sin
embargo, fui porque estaba tan pero tan feliz, tan pero tan lleno de
vida!
Ya
nada será igual. La enfermedad (o mejor: el proceso para recuperarme) me marcó
para siempre. "Hoy vivo feliz". Esas tres palabras son claves para
mí. "Hoy vivo feliz". Vivo feliz porque estoy vivo. Y eso sucede hoy.
Hay que aprender a entender esto. La importancia radical del
"hoy".
Les
ruego que intenten comprenderlo, que a pesar de todas las dificultades
cotidianas de la vida, jamás pierdan de vista cada segundo del "hoy".
Deseo con toda mi alma que todos puedan comprender esto sin tener que sufrir lo
que yo sufrí.
Antes,
la verdad, es que no pensaba de este modo. Por supuesto que esto no implica que
no me haga problema por nada; al contrario, por mi trabajo convivo diariamente
con problemas que intento solucionar. Es entender que si uno vive todos los
días en paz, con amor, disfrutando de los amigos y de la familia, se tiene
mucha más capacidad para poder afrontar las piedras en el camino. Y cuando el
camino parece ser íntegramente de piedras, es cuando más tranquilo hay que
estar para poder superarlas.
Estoy
inmensamente feliz hoy y quería compartirlo con todos uds, que tantas buenas ondas me
tiraron en los momentos más complejos. Es muy difícil que lo que no pasaron
algo así puedan comprender lo que significaron todos y cada uno de los mensajes
de aliento que recibí.
No
se dan una idea cómo me fortalecieron las lágrimas que se me caían en las
noches que estaba internado, en una habitación a oscuras, iluminada sólo por el
reflejo del ipad donde leía sus mensajes a través de
las redes sociales. Por eso, a todos ustedes, infinitas gracias.
Como
las infinitas gracias que doy a Dios cuando estoy reunido con mi familia. Ver a
mis hijos crecer. Escucharlos. Disfrutar cada uno de sus gestos. Sus abrazos.
Acompañarlos. Ser padre es lo más maravilloso de la vida.
Durante
el tratamiento, por mucho tiempo (que me parecieron siglos) no podía ver
aBauti, el más chiquito, porque yo tenía las defensas bajísimas. Jamás me voy a
olvidar el día que, cuando ya empezaba a estar mejor, se acercó, me miró fijo,
puso su manito chiquita en mi cabeza, y comprobó que, apenitas, me estaba
volviendo a crecer el pelo. "Papá, te curaste!!!!! Vos me dijiste que cuando tengas pelo
otra vez te ibas a curar, y te crece el pelo,
papaaaaa".
Nunca lloré tanto en mi vida como en ese momento.
Martín
y Rodrigo, mis hijos mayores, fueron mis dos bastones. Ellos, adolescentes, se
convirtieron en hombres durante el proceso del tratamiento. Viví esa
transformación con una emoción imposible de narrar. Fue muy fuerte: fui padre
muy joven y maduré definitivamente cuando ellos nacieron, ahora eran ellos los
que maduraban cuando su papá estaba mal. Haber ganado la pelea se lo debo, en
buena parte a ellos dos. Los amo.
En
este primer cumpleaños, quiero agradecer, como todos los días, a los dos
ángeles guardianes que me puso Dios: mis hermanas, Adriana y Alejandra. El amor
con el cual me cuidaron, como relegaron sus propias vidas durante todo el
tiempo que duró el tratamiento, como se turnaban para cuidarme los días que ni
siquiera me podía mover, jamás lo voy a la olvidar. Hoy no puedo pasar un día
sin hablar con ellas.
A
mis viejos, Pichín y Loreley,
hicieron lo que pudieron. Es muy duro ver a tu hijo tan mal.. Hoy disfruto muchísimo cuando los veo.
Estuve unos días en la costa y vinieron conmigo.
A
los vecinos que rezaron por mí, que hicieron cadenas de oración, que me
regalaron rosarios, estampitas, los llevo en mi corazón para siempre.
A
los médicos que me salvaron la vida, mi agradecimiento eterno. Me atendió un
grupo de profesionales excelentes, pero que sobre todo son grandes personas,
siempre listos para contenerme, para cuidarme. Debo
reconocer que no fui un paciente fácil. Así como literalmente me escapé para
poder estar en un acto en Villa Albertina junto a la presidenta Cristina,
también unas cuantas veces me "fugué" para ir a comer una porción de
pizza a la esquina. Más allá de estas licencias, me entregué a sus
indicaciones. Y millones de gracias a las enfermeras que me cuidaron!!!
"Te
va a pasar un tren por encima", me dijo Silvia, la oncóloga, antes de
comenzar el tratamiento. El tren me pasó por encima no una sino mil veces. El
dolor por momentos era intolerable. En los peores momentos, en los días y días
sin poder dormir, sentí que me moría antes de terminar el tratamiento. Pero
ganamos la batalla, con el corazón.
Hoy
vivo feliz, disfruto de lo que hago. Vivo con pasión poder cumplir el sueño de
ser intendente de Lomas de Zamora, para poder
lograr una transformación del Municipio.
Trabajamos
con todas nuestras fuerzas para eso, sabemos que falta muchísimo. Gracias a
Dios, tengo la salud y la fuerza necesaria para seguir deslomándome para
mejorar Lomas, todos los días. Vivo con amor,
con amor a la vida, con amor y con la felicidad que me da sentir que estoy
vivo, con la felicidad de saber que tengo muchísimos sueños por cumplir. Y que
los voy a cumplir.
En
mi primer aniversario, le mando un abrazo gigante a todos
ustedes. Y una vez más, como siempre, GRACIAS.
Martín.